Desde que lo vio se enamoró de esos preciosos rizos. Era alto y esbelto sin embargo le sobresalían unas pequeñas curvas por encima de su cintura, que a ella no le importaban lo más mínimo.
Él era blanco, de un color nácar perlado y frío como el mármol, con semblante feliz y en paz consigo mismo y con su entorno.
Ella, de mediana edad, no concebía lo que le estaba pasando, su corazón latía a mil por alguien. Por alguien sin vida. Sin vida y sin alma pero con algo en su ser que la hacía estar igual de feliz y en paz que él.
Comenzó a preguntarse, ¿y si el secreto está en ser una estatua?, y si lo deseo tanto ¿se me cumplirá?. ¿Llegaré a ser feliz?. Por fin he conocido el amor. Por fin seré feliz…
Y así fue como empezó a pensar qué tipo de mujer quería ser en esa fantasía que estaba viviendo. Empezaría quitándose la ropa, para estar a su altura, desnuda como le gustaba ir por la vida. Sería azul como sus flores preferidas y sin cabeza, porque supo que la perdió en el instante que lo vio.
Escultura de Yves Klein, Blue Venus.