La dejé en el aeropuerto, sola y triste, pero ilusionada, con una mano delante y otra detrás. Todo el mundo nos miraba. Sus ojos se clavaban en nosotras dos. No podían creer que esa chica fuera tan sólo tapada con su gran melena rizada y pelirroja. Y que su entrepierna estuviera a salvo de las miradas tan solo porque la ocultaba unos dedos flacuchos y huesudos. No me importaba no ser objeto de esos ojos inquisidores y desafiantes, sin embargo sentía cierta envidia. Pero qué podía esperar si yo no tenía esa melena ni estaba desnuda.
Se alejó por el pasillo de aduanas, ya apenas lograba verla, sin embargo pude oír como el detector de metales sonaba sin descanso cada vez que pasaba ella por debajo. El revuelo que se formó era tal que acudieron más agentes al lugar, no sé muy bien el motivo, tal vez sería para ver a la chica que iba «así» por el aeropuerto. Al cabo de unos minutos, estaba apartada de la fila y un policía la registró. En sus facciones se notaba cierta expectación y a la vez asombro, no sabía si cachearla o no, al fin y al cabo no llevaba ropa.
Él comenzó según indicaba el protocolo de cacheo, pero esta vez era diferente, quería hacerlo, deseaba tocarla e incluso acariciarla, ella lo merecía y porqué no, él también. Sus manos iban recorriendo el cuerpo de ella de manera lenta y pausada. Aquella piel desnuda estaba erizada, solo con el roce de sus dedos ya empezaba a disfrutar de aquello, podía sentir su corazón latir fuerte y rápido, estaba excitada. Sus labios temblaban mínimamente, sin embargo intentaba disimularlo mordiéndose el labio inferior como sólo ella sabía hacer. Eso le gustaba a los hombres, lo sabía perfectamente, y a él también le estaba encantando, los ojos le brillaban e inconscientemente se relamía los suyos. Sus manos seguían recorriendo su cuerpo, él podía notar su latido, e incluso, verlo también, su pecho se movía al unísono con cada diástole y sístole. Ambos se iban contagiando de aquella excitación inusual y deseada a la vez, y lo transmitían al resto de personas que observaban la escena desde la fila sin salir de su asombro.
El cacheo estaba dando resultados negativos. Ella no ocultaba nada y él sabía que aquello llegaba a su fin. Ya no le quedaba nada por explorar, había acariciado todas las partes de su cuerpo expuestas a las miradas. Todo su cuerpo había pasado por sus manos y ambos no querían que aquello concluyera así, tan rápido, de repente, sin llegar a nada más.
Todo su ser estaba expuesto a través de esa piel blanca y pecosa que dejaba entrever su verdadero motivo para subir a ese avión. Quería ser ella, con todas sus virtudes y sus defectos y eso empezaba por ir por la vida desnuda de todo complejo y de todo aquello que ocultaba su verdadera esencia.