No era un día cualquiera.
O tal vez sí. No lo sé.
Solo recuerdo su cuerpo desnudo.
Sus músculos, su torso y todo su ser al descubierto.
Quién necesita libros de anatomía teniéndote delante.
Se puede aprender hasta el más ínfimo y diminuto músculo contigo.
Te vi salir de la habitación.
Esos ojos camel me miraron de una manera muy diferente a las demás.
Al volver me hiciste prometer que cerrara los ojos.
Cómo no voy a hacerte caso con esa mirada que me derrite.
Pasaron unos segundos y solo sentí un escalofrío.
Un frío ensordecedor y placentero recorrió mi abdomen.
Mi piel erizada se iba extendiendo a pasos agigantados a cada centímetro.
No me tocabas, tan solo te notaba cerca.
Oia tu respiración.Tus latidos eran tan fuertes que llenaban la habitación. Tu aliento resonaba en mis oídos deseando que aquello no terminara.
Sin rozar, sin hablar, sin mirar… Solo el sentir de esa minúscula gota cayendo en mi ombligo.
Esa diminuta fuente de placer liberada de tus dedos.
Cayendo a cada segundo, erizándome y a la vez derritiéndome de placer.
Sin rozar, sin hablar, sin mirar…

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