Estaban a miles de kilómetros y sólo se habían visto una vez.
Tan sólo una vez de un par de horas, pero suficientes para cuando se separasen no dejasen de pensarse y extrañarse.
Él siempre decía «si piensas en mí, dímelo».
Ella siempre lo hacía. A todas horas, imaginando distintos y variados inicios y finales de su historia de amor. Pero nunca se lo decía. No quería sufrir ni abrir su corazón con tanta rapidez, siempre la decepcionaban.
Si piensas en mí, dímelo… Y así lo hizo durante muchos días, muchas horas… Pero él… Nunca supo de sus pensamientos.