Él se defna y descrba como poco normal, algo dferente y atrevdo para los tempos que corren. Seguro de s msmo y encantador de mujeres.

No es facl hoy en da estar seguro de uno msmo. Sempre se enorgulleca de eso. E ncluso llegaba a alardear, de una manera nconscente pero lo haca. La socedad, la gente, la vda… te pone a prueba cada da, por no decr cada hora o cada mnuto. Por eso cuando ella se equvocó y pulsó una » » de más, él le hzo una propuesta que no podra rechazar.

Ambos empezaron un juego que los embarcara horas, quzás das, hasta que uno de los dos perdera o se rndera. Pero esas dos palabras no estaban en su el vocabularo.

A él no le mportaba que se alargase en el tempo, es más, le gustaba. Era dvertdo y un tanto compettvo con lo que deseaba que la conversacón fluyera hasta térmnos nsospechados y as poder ganar. No sera mucho. Tan sólo el placer de una cerveza en su compaña. Y poder verla por fn… Sentrla, tocarla, orla… Estar en la msma mesa que ella ya sera un premo.

Nunca haba conocdo a nnguna mujer que tuvese el msmo sentdo de humor que él o al menos que lo entendera y lo aguantara. Ella pareca dferente tambén y un tanto pecular. No era como las demás, al menos a través de las conversacones que mantenan en las redes. Pareca ser únca e ndescrptble, lo que a él le atraa en exceso, pero sn llegar a ser un problema.

Los das se sucedan y las » » se ausentaban faclmente, eran ya unos expertos en su nuevo lenguaje. No lo compartan con nade. Era algo exclusvamente de ellos dos, un tesoro dvertdo que guardar para sempre. O al menos hasta que el destno qusera decantarse a favor de uno de ellos.

Él llevaba una temporada snténdose raro, no encontraba palabras para defnr el estado por el que estaba pasando. Era una espece entre desason, felcdad, alegra o marposas en el estómago. O naúseas, confunddas con amor.  Nunca antes se sntó as. Por eso le resultaba tan dfcl descrbrlo. Lo únco que saba a cenca certa era que ese estado sólo le ocurra con ella. Cuando charlaban o smplemente cuando pensaba en su cuerpo, su pelo, o qué sonrsa tedra. Sera bonta, eso seguro. O por lo menos en su magnacón lo era. Y con eso bastaba.

Quso contárselo a ella. Tena que sacarlo de dentro, dola mucho para segur ocultándoselo. Después de mucho hurgar en su nteror supo qué sentr y decr, y sencllamente escrbó:

«Te quiero»…

Fotografía: ROSA CHICLE BAZOCA