Y aquí estoy yo, tumbada en la playa, vermouth en mano y pensándote. «No deberías haber hecho esto o aquello, no eres buena, no llegas a casa a tiempo para preparar la comida, no me planchas»… Que descanso, que paz he encontrado por fin sin ti, que alivio el de aquella cuando por fin me echaste. Y esa noche no pude hacer otra cosa más que suspirar y dormir. Dormir al fin.