Eran dos.
Dos desconocidas.
Desconocidas hasta que se encontraron en un viaje a Madrid.
Madrid las unió gracias a una app.
App que sólo les ha dado alegrías y horas interminables de charlas.
Charlas versadas sobre los más variopintos temas y dilemas.
Dilemas que sólo ellas saben resolver así de fácil con un «ayyyyyy…. nena».
Ayyyyy…. nena ya no quedan hombres.
Hombres que no son como queremos pero que aceptamos tal cual son y según nos permite nuestro ser.
Ser divino que nos hace ser, valga casi la redundancia, nosotras mismas, auténticas dónde las haya.
Haya que no es igual que halla, vamos digo yo que no es tan difícil la ortografía.
Ortografía que nos lleva de cabeza y nos hace querer un scape room de faltas.
Faltas que añoramos y se fueron a Dios sabe dónde hace tiempo.
Tiempo que va a nuestro favor, siempre más jóvenes y bellas.
Bellas por fuera pero mucho más, si cabe, por dentro.
Dentro inhóspito e inexplorable excepto por ellos dos.
Dos novios.
Novios que no saben que son novios.
Novios al fín…

¿Fin? Esto no tiene fin. Acaba de empezar…